Siempre me propongo nuevos retos cuando viajo, con intenciones y deseos de ver el mundo de una forma diferente a lo que he vivido hasta ahora, aunque vuelva a repetir el mismo país. Sin embargo, siempre habrá esa zona o ese evento tan importante que los habitantes celebran una vez al año, y que son más desconocidos por el turismo convencional. Pues bien, aquí es donde voy a parar yo: ese año me había planteado hacer el viaje a través de las ceremonias y festivales más importantes que se hacen en el mundo, y para empezar elegí Etiopía para vivir la Epifanía copta de la Iglesia ortodoxa, que en lengua amárico se llama Timkat.
Todo empezó un 18 de enero en la antigua capital imperial, Gondar donde cada año, durante el Timkat, se celebra la ceremonia de bendición de las aguas.
PREPARACIÓN
Era el día antes del Timkat y las chicas empezaban a peinarse y a ponerse el traje de fiesta que habían heredado de sus madres.
Se notaba un ambiente festivo por las calles, aunque todo el mundo debía seguir con las tareas diarias. Los etíopes son gente muy sencilla que viven con lo poco que tienen.
TABOT
Todo estaba listo para el inicio de la ceremonia. Era en la iglesia de Medhanealem. Dentro de cada iglesia se preparaban para sacar el Tabot a la calle, una réplica del arca de la Alianza, donde se encuentran las Tablas de los 10 Mandamientos. Dicen que las tablas originales están en Axum, en el norte del país, donde las llevó el rey Mekelin, que las había tomado prestado de la Casa de Salomón. Es tradición que cada iglesia conserve una copia de las Tablas.
Durante el Timkat, el único momento para ver al Tabot es justo cuando lo sacan de las iglesias en procesión para mostrarlo a los fieles. El arca es transportada sobre la cabeza de un sacerdote. Está envuelta con telas de terciopelo y de mucho colorido, como los trajes que llevan los sacerdotes, los diáconos y el resto de mandatarios eclesiásticos, junto con los fieles que salen a la calle para acompañarlos entonando cánticos animados.
SALIDA DEL TABOT
De cada iglesia sale un cortejo presidido por la cruz y el Tabot, y en cada uno de los cruces se va deteniendo para recibir a los miembros de las seis iglesias que confluyen. Protegidos del sol por lujosos y coloridas sombrillas ceremoniales, llevan en la mano incensarios y grandes cruces de madera, plata y oro.
Y ahora en procesión bajarán tres kilómetros hasta el estanque del rey Faisides. Es obligatorio que pisen la alfombra roja que les irán poniendo en todo momento a lo largo del camino. La lentitud hace que tarden unas 5 horas en llegar. Según cómo, seguirlos en medio de la multitud se hace difícil.
Riadas de gente acompañan a la comitiva, que está formada por diáconos, estudiantes vestidos de blanco y grupos con bastones cantando y bailando al compás de los tambores a un ritmo frenético.
A las cuatro de la madrugada comienza una misa que te pone la piel de gallina. Todavía está oscuro. Los fieles van vestidos de blanco y llevan en sus manos velas encendidas y las biblias abiertas. El efecto de la luz de las velas reflejada en sus caras llenas de fe se hace realmente muy difícil de explicar.
Y hacia el amanecer las máximas autoridades eclesiásticas de Gondar rodean la piscina junto a los diáconos y todos los representantes de las seis iglesias para hacer la culminación de la fiesta celebrando la Divina Liturgia. Así conmemoran el bautizo de Cristo en el río Jordán. Después de un sermón, las aguas son bendecidas y salpicadas por los participantes, que son invitados a renovar sus promesas bautismales por inmersión.
REGRESO DEL TABOT
Pero la fiesta no termina ahí. El resto del día continúa con la procesión de regreso del Tabot de nuevo a su iglesia. Los trajes de muchas tonalidades y las sombrillas del clero iluminan la periferia, mientras los participantes bailan alegres y los niños están eufóricos. Todos cantan canciones rítmicas que parecen sacudir el suelo, desde el amanecer hasta el atardecer, cuando el arca santa ha sido colocada de forma segura en su iglesia.
Pero siempre queda un Tabot en el estanque del rey Faisilides. Lo guardan para el día siguiente, día de San Miguel, el patrón de la iglesia más importante de Gondar. El colorido de la procesión sigue siendo magnífico, mientras se vive un enorme ambiente festivo. La lucha por sacar las mejores imágenes es intensa, y me siento un auténtico privilegiado de estar allí viviéndola con mis propios ojos.
Éste era el momento para hacer nuestra celebración privada con una familia, que me invitó a comer el doro wat, el plato típico de la fiesta del Timkat, hecho con pollo y huevos. Tenía un sabor muy picante.
Digo adiós a Gondar para volver a Addis e iniciar la segunda parte del viaje.
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