Uno de los platos fuertes del viaje a Gabón era vivir una ceremonia de Bwiti, experiencia que pude realizar gracias a una amiga de Libreville, la capital del país, la cual me pasó un contacto en Lambaréné, la ciudad donde hacían la ceremonia.
Hacían una en casa de una familia. Yo era el único invitado. Me sentaron junto al maestro para vivir la ceremonia.
El Bwiti es un culto o movimiento religioso originado en Gabón que te transporta a los sonidos y sensaciones del África milenaria.
La ceremonia comienza de noche, entre antorchas, con el inconfundible aullido del cuerno de un antílope sitatunga, que se utiliza para llamar a los espíritus. Suenan después los sonajeros y los tam tam de los tambores. Hay que mantenerse despierto, ya que no pararán hasta la mañana del día siguiente.
Entraron los dos enfermos que querían la curación: un chico joven que sufría del corazón y una señora que tenía mucho reuma. Para ellos esta ceremonia podía curarles.
El Bwiti, que cuenta hoy con numerosos iniciados en Gabón, se centra en el animismo y el culto a los antepasados, a menudo incluyendo aspectos del cristianismo.
Su núcleo fundamental es la ingestión de la corteza de la raíz del árbol iboga, cultivada específicamente para el ritual que se utiliza en ritos de iniciación y en todas las demás ceremonias, incluida la curación.
Esta preparación alucinógena permite a los iniciados tanto viajar al país de los antepasados, entrevistarse con Dios y la Sabiduría, como volver hasta la primera infancia o suprimir toda dependencia a los estupefacientes.
Si es ingerida en cantidades importantes, provoca una parada que se supone conecta con la esencia de tu ser y del universo.
Los participantes se pintan el cuerpo y la cara con polvo rojo y blanco, se visten de rojo, blanco y negro y llevan faldas de rafia, pieles de animales, conchas y plumas. Bailan golpeando el suelo. Todo vibra y la única luz es la del fuego.
Hay cánticos y danzas ancestrales y la voz del Nganga (líder espiritual) que susurra: «Iboga hace tu cuerpo pesado y tu espíritu ligero. ¡Esto es Gabón!»
Estuvo bien, pero fue muy agotador. Una ceremonia única jamás vista.
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