Mi intención era recorrer la costa del sur del mar de Andamán para conocer las islas menos turísticas de ese paraíso de playas que hay en el sur de Tailandia. Quería vivirlas en toda su intensidad y dejarme llevar por su ambiente relajado. Huía de las más conocidas como Phuket o Phi-Phi, ya destrozadas y masificadas por el turismo. Por tanto las escogidas fueron: Koh Lipe, Koh Tarutao, Koh Kradam, Railay y Koh Chang.
Empecé por el Parque Nacional Marino de Koh Tarutao, la reserva marina más importante y mejor conservada de Tailandia desde 1974. Consta de 51 islas y es un paraíso aún salvaje en Tailandia, de arena blanca, bosques espesos y atardeceres de ensueño. Koh Khai tiene un arco rocoso, que es el símbolo del parque nacional.
KOH LIPE
Koh Lipe es la isla más visitada del archipiélago. Hace 3 kilómetros, se encuentra fuera del parque y ha experimentado un enorme crecimiento turístico en los últimos años. Ahora es un destino favorito para los jóvenes que buscan aventuras, lugares exóticos y diversión.
Cuatro playas rodean a Koh Lipe. Las dos mayores, Sunrise y Pattaya, delimitan el ambiente isleño en el que se vive descalzo de la mañana por la noche. Hay una calle peatonal con mucho ambiente turístico de bares, restaurantes, locales de masaje y tiendas de artesanía, que une las dos playas en un paseo de quince minutos.
Pero quería conocer la otra cara de la isla, la de sus habitantes marginados, los gitanos del mar, como se conoce a los pescadores musulmanes que viven desde hace cientos de años de la riqueza piscícola del mar de Andamán. Sus ritmos pesqueros y ajenos a la presencia turística son el corazón de una vida nómada en convivencia con el mar.
KOH TARUTAO
Y me fui hacia Koh Tarutao, la isla más grande de este espacio natural protegido, donde se encuentra la sede del parque marino. Albergaba dos prisiones que se utilizaron durante la década de 1930 para presos políticos y comunes.
Podía optar por alojarme en un bungalow, pero mi deseo era estar lo más cerca del mar posible y alquilar una tienda de campaña. Tenía toda la playa de Pantae para los pocos que estábamos alojados en la isla. No había coches, ni pueblos, sólo los guardas, sus familias y yo.
En sus 26 kilómetros de longitud se conserva una magnífica muestra de selva tropical, por la que bien vale la pena andar siguiendo los senderos de su denso bosque. Tierra adentro, la suavidad de su geografía desaparece después de la espesura de bosques tropicales, ríos y cascadas. Aquí los monos son los señores de los árboles y con sus sonidos a veces te atemorizan.
Hay playas desiertas a las que se puede acceder a pie, como Ao Molae o Ao Son, de 2 km de largo. No hay nadie, sólo selva, arena y mar. Su único trabajo era no hacer nada y dejarme llevar por la magia del ambiente.
Al finalizar el día me regalaba unas puestas de sol de ensueño y simplemente desde mi tienda disfrutaba de los cielos de fuego que hacían que mi imaginación se llenara de fantasías y deseos.
KOH KRADAN
La provincia de Trang tiene más de 46 islas costeras y un litoral de casi 200 kilómetros. Koh Kradan se considera la isla más bonita de las que forman parte del Parque Marino Nacional Hat Chao Mai. Es muy conocida por sus bodas anuales bajo el agua.
Y por su playa blanca polvorienta y agua cristalina. Basta sumergirse unos metros con un equipo adecuado (respirador y gafas) para disfrutar de la extraordinaria vida de las aguas de Andamán. Es un paraíso de formas sorprendentes de corales y fauna marina del que resulta imposible cansarse.
Cada mañana cuando me despertaba disfrutaba de un espectáculo único y diferente frente a la tienda. Era cuando el sol se asomaba por el horizonte y se desencadenaba una tormenta de colores tan intensa como el fuego, que parecía que fuera a explotar de un momento a otro. ¡Y es que poder disfrutar de este panorama cada día me hacía sentir tan insignificante y, a la vez, tan privilegiado!
KRABI
Hice una excepción yendo a RaiLay de Krabi, otro foco turístico no tan conocido como Phuket, del que huía, pero que quería conocer con mis propios ojos, ya que me dijeron que era muy similar a cómo lo es Palawan en Filipinas; pero no se puede ni comparar, ya que Krabi está magullado por el turismo.
Como Railay es una península rodeada por el océano y por montañas, el acceso sólo se puede realizar con barcos, que llegan de Ao Nang y Krabi. Tiene cuatro áreas principales:
Rai Leh este, la banda de los manglares donde me alojo.
Rai Leh oeste, una playa de aguas poco profundas, que se llenan de los barcos que llegan a diario, y que sufren los bungalows hacinados en un área tan pequeña.
Y Phra Nang, una playa de fina arena blanca, en el extremo sur de la península prácticamente tomada por un hotel de lujo.
Además llegan muchos escaladores de todo el mundo, que tienen como reto escalar estas piedras. Así pues, es un foco de atracción turística. Cada una de estas formaciones de piedra esconde un tesoro: inaccesibles precipicios, grutas y cuevas milenarias.
KOH HONG
Visito una de las islas a una hora de Railay, Koh Hong, con playas, jungla, y escénicas lagunas escondidas. Lástima que antes de que yo han llegado otras barcas y han invadido la única playa. ¡Qué bonito seria sin nadie!
Navegando por estas aguas calmadas cuesta creer que en el 2004 sufrió un devastador tsunami. Y hoy apenas quedan vestigios de ese desastre.
Estas islas e islotes que despuntan, como sauris dormidos, de las aguas cristalinas, con formaciones de piedra caliza, son ideales para encontrar cuevas y lagos interiores, que te transportan fácilmente a un paisaje lunar sobre el mar.
KOH CHANG
La isla de Koh Chang se encuentra a una hora y media de Ranong, cerca de la frontera con Birmania. Chang significa elefante, porque tiene la forma de un elefante dormido. La isla está cubierta por la selva, pero todas las playas están interconectadas por caminos peatonales.
Hay varias playas con diferentes tipos de bungalows, pero la mayoría son bastante sencillos. Puedes elegir entre unos bungalows que hay junto a la playa o unos junto al acantilado. Me alojé en un frente mismo de una playa privada, la de Hornbill, donde no había luz, sólo durante unas horas por la noche. El resto del tiempo me guiaba por la luz de las estrellas.
La playa más grande es Ao Yai, de 3 km, donde el alojamiento está escondido en la selva. La fina y dorada arena de la playa me empuja a recorrerla de punta a punta.
Es perfecto para disfrutar de la naturaleza en estado puro. Es una magnífica isla para desconectar y alejarte del mundo que te rodea.
Los atardeceres aquí son espectaculares. Cuando cae el día, la luz se hace gaseosa, con amarillos suaves, tonos crudos quemados por el sol que se va, y el cielo se vuelve anaranjado, negro, morado y rojo encendido. Todos estos colores juntos se convierten en un cóctel explosivo que me deja boquiabierto durante un largo rato.
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